domingo, 9 de enero de 2011

CRÓNICA


EL SACRIFICIO DE ALCANZAR LOS SUEÑOS


En el instante en el que entré a la Clínica de Posgrado ella llamó mi atención. Era una mujer pequeña y muy dinámica que estaba al inicio del pasillo colocándose su uniforme; un pantalón y una camisa celeste sobre su ropa, un gorro y una mascarilla blanca completaban su vestimenta.

Su nombre es Isabel Carrillo y es una Odontóloga ambateña de cuarenta y nueve años que abandonando su tierra natal y alejándose de su familia emprendió un nuevo sueño: ser Odontopediatra.

Isabel está casada, pero ha sabido combinar muy bien su profesión y su vida. “Mi esposo también es Odontólogo y me apoya para que continué estudiando el Posgrado, el sabe que nací para ser Odontopediatra.”

La rutina diaria de Isabel inicia a las siete de la mañana cuando asiste a clases, pero lo que realmente le apasiona inicia a las nueve: su turno en la Clínica de Posgrado.

Poco a poco la Sala de Odontopediatría de la Clínica va llenándose. Profesores, odontólogos, niños y adultos empiezan a recorrer el lugar. El ambiente tranquilo que inicialmente percibí dio un giro de 180 grados, niños llorando, personas yendo de un lado a otro, y sobre todo aquel sonido perturbador del taladro se apoderan de la sala con una rapidez sorprendente.

Isabel espera ansiosa su primer paciente el cual se ha demorado lo suficiente para ponerla nerviosa. Ha preparado su material con un orden y ligereza extraordinaria. Poco a poco Isabel saca sus instrumentos de una pequeña maleta azul y los acomoda sobre una mesa de metal brillante.

“Es difícil hacer el Posgrado, he tenido que venir a vivir sola en Quito dejando a mi familia en Ambato. Mi esposo es comprensivo y me apoya pero es inevitable sentirse sola y extrañarlos.”

Se ve ansiosa, lee una y otra vez la historia clínica del paciente, hasta que descubre su número telefónico. Sin pensar, como impulsada por una fuerza sobrenatural, sale de la Clínica, se dirige al teléfono y marca el número, pero nadie contesta. Vuelve a la Clínica un tanto decepcionada y se da cuenta que su paciente está sentada sobre una rústica banca café en la sala de espera.

“Vamos”, le dice. Su nombre es Emily Vásquez y es una niña de 3 años que está acompañada de su abuela. Se ve asustada, pero Isabel intenta tranquilizarla. “Recuéstate”, le dice, “no te va a doler” y empieza su trabajo, mientras la abuela le sostiene la mano a la niña.

 “Me fascinan los niños nací para ser Odontopediatra, aunque es una profesión muy cansada. Hay días que hago dos turnos porque atendemos a pacientes regulares y a pacientes especiales.”

Un chorro de agua entra en la boca de Emily, mientras Isabel continúa relatándonos su experiencia. “El Posgrado es muy duro y además no puedo ir a visitar a mi familia en Ambato porque vengo todos los días a la Facultad. A las siete de la mañana inician mis clases, después de nueve a doce hago mi turno en la Clínica de Posgrado y de doce a tres hago el turno de la tarde. Hay días que tengo clases de tres a siete de la noche. Paso todo el día en la facultad”.

El Posgrado abarca todo el tiempo de Isabel. Sin embargo, un aspecto que vuelve esto más fácil para ella es el hecho de volver al lugar donde se graduó hace más de veinte años. “En esta Universidad obtuve mi título de Odontóloga y aunque al principio no tenia fielmente la convicción de serlo me case con un Odontólogo y él ha contribuido para que ame esta profesión.”

Emily se ha distraído en nuestra conversación y por un momento tanto ella como yo hemos olvidado el tratamiento y sobre todo ese desagradable olor a amalgama que incomoda a cualquiera. Hasta que Isabel finalmente concluye su labor.

“Los odontólogos hacemos sacrificios, pero a veces la gente no los valora. Sin embargo, la Odontopediatría es mi vida porque es una profesión maravillosa.”

Con la misma preocupación Isabel espera a sus otros pacientes y con estos pequeños actos que forman parte de su rutina diaria muestra su dedicación y esmero, pero sobretodo demuestra que los niños son verdaderamente su pasión.

A pesar de lo difícil que resulta para Isabel estar lejos de su familia, ella deja hasta la última gota de su capacidad y esfuerzo en cada niño que atiende y eso a la hora de volver a casa se convierte en su satisfacción.

Publicado por: Carolina Simbaña

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